Los hinchas del futbol cordobés y los conflictos de interés.
Cierro los ojos y me imagino las canchas del Parque Sarmiento, abarrotadas de gente. Para la época, calculo que pululaban los trajes, sombreros y zapatos brillantes. No sé si estaré en lo cierto, o será una imagen propia de mis caprichosas retinas, pero así es como me imagino el comienzo del fútbol cordobés. Allí se habrán empezado a cocer los primeros clásicos, las primeras rivalidades. Quienes fueron ganando títulos, habrá ido sumando adeptos y así, socios. El crecimiento seguramente fue vertiginoso, como en gran parte del país lo hizo el fútbol. Pero me estoy centrando en el nuestro, en el de nuestra ciudad, en el que mamamos de niños. Y más allá de lo exacto o no de los datos de mi imaginario, quiero contarles a los habitantes de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires que el futbol en mi ciudad, es tan antiguo como en la suya. No ponga cara de sorprendido, que la soberbia le gana, el futbol en Córdoba no nació ayer.
El paso del tiempo llevo al fútbol nuestro a la cúspide de su existencia. Ya afianzados como los más convocantes, Talleres y Belgrano disputaron con enormes planteles las conquistas que hoy están enmarcadas. Apareció Instituto, Racing, Juniors como grandes animadores y más acá en el tiempo Unión San Vicente. Más allá de la caprichosa enumeración, el futbol de Córdoba tuvo su gran esplendor. Entre las décadas del 60 y del 70, empezó a codearse con el resto del país, en los viejos nacionales. Esos torneos, donde se hinchaba por Córdoba y se mezclaban hinchas de distintos colores, para alentar por el cordobés de turno. Allí nació el futbol de Talleres, que lo paseo por todo el extranjero. El sub campeonato albiazul, el de la Academia y grandes actuaciones fueron poniéndolo en el mapa nacional. Pero fue Talleres, que de la mano de Amadeo Nucetelli, dejo la estructura de la liga local y fue tras las luces de neón de la capital. Después se sumaría el resto: Racing, Instituto y Belgrano, quien hizo el camino más largo pero fue bastión de la restructuración.
Más acá en el tiempo, se vivieron buenas y malas, pero algunas quedaron marcadas a fuego. Talleres se adjudicaba la Copa Conmebol, siendo el primer equipo indirectamente afiliado a AFA en conseguirlo. Belgrano subía a primera de manera épica, ganando una promoción y enviando al descenso al mismísimo River. Instituto copaba Núñez para ascender ante Chacarita en una noche inolvidable. Ya para esa altura, el fútbol de Córdoba le había regalado campeones del mundo a la selección: Galván, Oviedo, Valencia, Ardiles y nada más y nada menos que Mario Kempes, goleador y mejor jugador del mundial 78. Obviamente, los jugadores nacidos de estas canteras, inundan las ligas del mundo y lugares como La Agustina ya son reconocidos en el mundo. ¿Por qué enumeramos todos estos hitos? ¿Por qué repasamos a groso modo la historia?
Hace unos días Talleres y Boca disputaron un a final de Copa Argentina. Los medios mal llamados nacionales, le dedicaron horas a la previa xeneize y hasta a la hora del himno, parecían que solo existían los de Boca. Pero aquí no cuento nada nuevo. Entonces ¿a dónde va la columna? Va hacia la gente. Muchas veces se ha discutido la existencia del “doble casaca”. Esta especie nace ante la imposibilidad de los del interior para jugar en las ligas de AFA. Después no había conflicto de “intereses” mientras los nuestros navegaban por el ascenso. Pero si queremos un futbol cordobés glamoroso a nivel nacional, debemos acostumbrarnos a esos conflictos. Boca termino festejando su título 71, cuando en 2011 tenía 51 ¿ganó 20 títulos en diez años? No, simplemente se contaron títulos de AFA cuando esta, solo nucleaba equipos de Buenos Aires. Entonces ¿Por qué no valoramos los títulos de nuestra Liga Cordobesa? Los Grandes cuentan como títulos nacionales, campeonatos que como mucho viajaban 20 cuadras. Entonces deberíamos lustrar los trofeos locales y ponerlos en el firmamento que se merecen. Los nuestros deberían sacar pecho y contarles las historias, los viajes, el aguante, el amor incondicional, así no creen en CABA que somos tan “chúncanos” que nos obnubilan un par de locos saltando y tocando el bombo. Eso sobra en Córdoba y además, no nos van a hablar de “fiesta” a nosotros. El ritmo albiazul, celeste, albirrojo es fiesta conocida en todo el país. Ese país que parece ser de los “grandes” de Buenos Aires, defendiendo hasta barrios que no conocen. Cada cual puede hinchar por el club que quiera, este a la distancia que sea. Pero ojala cada vez más el hincha cordobés se encuentre con su conflicto de intereses. Esto querrá decir que el futbol nuestro pelea cosas importantes y sobre todas las cosas, nos enseñara a valorar, nuestra propia historia.