El Faro es aquel que todo viajero busca, como señal en el horizonte para saber por dónde ir. Más exactamente son los navíos, las embarcaciones que en el mar lo siguen. No hace falta que el mar este bravo, que haya tormentas, el faro siempre está ahí. Claro que para llegar al faro se necesita de un buen capitán de barco que lo guie hasta tal fin. No es solo seguir la luz se trata también de saber cómo llegar a ella.
En el mundo del fútbol pasa exactamente lo mismo. Y no solo pasa a nivel profesional, sino sobre todo en las divisiones formativas. Hoy los pibes y pibas quieren llegar a las luces de las grandes marquesinas, las ven allá a lo lejos y hasta a veces se encandilan. También les pasa a quienes ya son profesionales que quieren buscar el faro del éxito y del máximo nivel, pero no siempre pueden solos.
Entonces en el fútbol también se necesita un guía y hoy la Selección Argentina lo tiene. Pablo Cesar Aimar dice el documento y entrenador de la Sub 17 dice el currículo. ¿Entrenador? Pablo, es claramente un formador. Su perfil bajo no es obstáculo para guiar a los pibes en sus primeros pasos con la celeste y blanca, como tampoco le impide ser el principal colaborador de Lionel Scaloni en la mayor. Si, al fin y al cabo, “el Payito” fue quien armó junto a Scaloni, en Valencia, la primera lista de lo que hoy se reconoce como la “Scaloneta”.
Antes de preguntarse si algún día Aimar será técnico a nivel profesional, habrá que preguntarse si le interesa. Se lo ve cómodo en las juveniles y como ayudante en la mayor. Tiene una afinidad enorme con Scaloni, los jugadores y con Cesar Luis Menotti. El predio de AFA es su lugar y quizás allí se empiecen a develar los porque, Aimar esta donde quiere estar.
Los Faros
Aimar como jugador de fútbol, fue crack. Socio y cómplice en aquel mundial de Malasia de Juan Román Riquelme, hizo enamorar a generaciones de argentinos con el juego de aquel juvenil. Inmenso jugador en River, crack en Valencia, Ídolo en Benfica y parte de la selección mayor, sin importar quien fuera el entrenador.
Aimar tiene sus propios faros en esta incipiente profesión de entrenador. Obviamente, el nombre de José Néstor Pekerman es uno de ellos. Las formas en relacionarse con los jóvenes, la idea de que se debe disfrutar del juego, el transmitir tranquilidad a los pibes a la hora de competir, son cuestiones mamadas con Pekerman. Todavía Aimar recuerda cuando José les dijo “jueguen tranquilos, creen hermosos recuerdos”. La idea de crear momentos inolvidables junto a compañeros que se volvieron amigos, es un legado que Pablo les transmite a los chicos de las juveniles y sin importar resultados con un legado así nada puede salir mal.
Obviamente el faro que no puede faltar en la vida de Pablo Aimar es el de Marcelo Bielsa. No hay jugador que haya sido dirigido por Bielsa, que no tenga al “Loco” como referente. Es más, para Aimar, Bielsa es un “influencer”. De él aprendió que la mayor virtud y a la vez lo más desafiante de ser entrenador, es convencer a 20 jugadores de una idea y que, con esa idea, se puede ganar. Además, el “Payito” aprendió que la táctica te convierte en profesional y que hasta el más mínimo detalle importa y aporta.
Otro entrenador del cual Aimar se nutrió es Jorge Jesús. El portugués les agregó disfrute a los ejercicios de la semana y le enseño que todos esos trabajos son por algo y quien los inventó, sabía porque lo hacía. Todos estos faros, modelaron al Aimar entrenador y este les deja a sus dirigidos un cargamento de conocimientos que sirven para el fútbol y para la vida, que muchísimas veces es lo mismo. Y en la Selección Mayor, quizás se crea que no hace falta, pero lo que suma no resta y Aimar está ahí para aportarlo.
Aprender Jugando
A la hora de hablar de la formación de juveniles, la visión de Aimar es clara: el juego está por encima de todo. Pablo no solo observa jugadores para citar, sino que también analiza el contexto de los jóvenes de hoy. El potrero se extinguió y ahora el espacio de juego de los chicos y chicas, es el club. Entonces los clubes se convierten en los únicos espacios donde los jóvenes pueden jugar y si en esos clubes los entrenadores los convierten en lugares donde solo importan lo físico, lo estratégico y lo táctico ¿Dónde jugaran los niños? Podría preguntarse el grupo mexicano Maná.
Aimar lo sabe, lo expresa, no se cansa de decirlo cada vez que puede. No solo para los adentro del predio de Ezeiza, sino también para el afuera, cada vez (de las pocas) que enfrenta un grabador o un micrófono: “si los formas a los chicos, en que hay que jugar siempre a dos toques y lo haces jugar con esa rigidez, nunca aprenderán a gambetear” la declaración es una declaración de principios. Allí es donde Aimar marca la falta de potrero, de plazas, de niños “tirando caños en su propia área” y que cuando llegaban a un club, se los pulía. Hoy el potrero es el club y debe existir el espacio del juego por el juego en sí, para aprender, para disfrutar, para potenciar habilidades y dejar nacer talentos.
El mundo del fútbol actual es difícil. Un mundo donde solo importa ganar y que gire la rueda del negocio. Pero en ese horizonte siempre nublado con presagios de tormenta, es grato que Pablo Cesar Aimar sea el guía para llegar a buenos puertos….