En este país todos declamamos el federalismo, pero si River o Boca no juegan la final, los mismos pajueranos de campo adentro, decimos que el campeonato no tuvo la trascendencia de otras épocas.
Desde las mismas voces se escuchan lamentos de lo que pudo ser y no pasó. Hinchas de Talleres se cuelgan de la vuelta olímpica de Colón por un empate justo, para decir que éste título sabalero arde más la herida de un matador que también brega hace más de cien años por un campeonato. Como si el equipo cordobés hubiese pagado en esos noventa minutos todas las deudas de una clasificación agónica, contra el mejor equipo de la fase regular.
Es preferible aferrarse a la verdad y apelar a la más sencilla descripción. El torneo otorga plaza a la Copa Libertadores, por lo tanto es lo más importante que se juega en este país, en esta parte del año. Osea, no es una copa de leche, es una estrella que brilla como cualquier otra que AFA haya hecho brillar. O vamos a pensar que la AFA es poco seria y corrupta desde hace un par de años. Nací en el 75 y no conocí una AFA seria y honesta.
La única verdad es la realidad, Colón fue el mejor del torneo y jugó su mejor segundo tiempo en la final. Ganó cuartos por penales en un partido parejo, es cierto, pero venció con autoridad a Independiente en la semi y categóricamente a Racing a la hora de los churrascos.
Desde la paz de un técnico sin estridencias a las individualidades anárquicamente organizadas. A partir de una defensa seria y ordenada, Garces y Piovi mediante, el Negro supo hilvanar ceros en arco propio y osadías como las de Mura en la valla del frente. Federico Lértora fue pura lucha para que Alexis Castro, Christian Bernadi y Cristian Ferreyra sean puro juego y La Pulga Rodríguez, pura magia.
Así el rojinegro (anarquía) le dijo al país que el fútbol si no hay algo de igualdad no es fútbol. Que la vida si no hay un poco de justicia social no es vida. Que el interior existe no solo en la mezquindad de los patrones de estancia. Que no se gana siempre con la chequera. Que los isleños del Salado también se merecen una buena. Que ser segundo en la Sudamericana no estaba nada mal. Porque es más fácil llegar a ser uno habiendo sido dos. Y, de última si no pasa, quien te quita lo bailado en el proceso.
Liso, chupín y sábalo a la parrilla. Con cumbia santafesina y agüita marrón del río, se vive el mejor torneo de la década. Arriba los de abajo. Que sigan festejando los Pedro Canoeros, que la hora de los pueblos va llegando.