Pasaron 36 años para levantar la copa nuevamente.
Hay generaciones que nacieron con Messi como ídolo, otras vieron a Maradona. Lo cierto es que el mundo suele caer en esa comparación absurda entre dos estilos de juego diferentes, dos personas que hicieron historia en épocas diferentes. Messi no juega a lo Maradona, Lionel juega a lo Messi, así de sencillo como suena. Su visión, su gambeta, la puntería, sus sueños e ilusiones y el peso de las exigencias de un país hacen que él sea el ídolo del mundo entero.
A veces resulta fácil hablar desde afuera, pero detrás de la figura de héroe hay una persona, que siente, pasa nervios, disfruta, ama y vive miles de sensaciones más que pasan por el cuerpo y la mente. Juzgar resulta sencillo cuando es otro quien recibe el castigo, hoy con la tapa del diario del lunes nadie sale a criticar nada. Sí, somos campeones y eso diluye todo tipo de dudas de ser los mejores del mundo. ¿Entonces? la conclusión parece ser que solo importa el resultado y que a ese resultado se llega con ayuda divina, mística y que se yo que más.
Sin embargo, a los resultados se llega con procesos en los que la mayoría de las veces aparecen fallas, errores, descontentos y muchas derrotas hasta que el diamante se pule y se trasforma en una victoria. Desmerecer el tiempo transcurrido es eliminar el esfuerzo que hicieron cada una de las personas que fueron parte.
La selección llegó con una lista de 26 jugadores en la que había algunos jugadores que no estaban en su mejor momento físico, así fue que sobre la marcha dos de los convocados tuvieron que seder su lugar. El replanteo de la Selección fue algo que sorprendió a todos, una reestructuración casi total propuesta por Scaloni y sus compañeros que dejó a la luz que 19 de los 26 citados debutaron en un Mundial y que manera de hacerlo… cuatro apellidos fueron los que se vieron por segunda vez: Armani, Dybala, Tagliafico y Acuña. Nicolás Otamendi puso la firma a su tercer torneo y Ángel Di María alcanzó su cuarta participación, mientras que Lionel Messi se subió al pedestal de figuras que ostentan el récord de cinco Mundiales jugados y levantó su primera copa.
Si ese número no refleja perseverancia, esfuerzo, continuidad y pasión no hay nada más por decir. Cada persona tendrá momentos en sus recuerdos, de esta selección, de las anteriores y seguramente se construirán más sobre las que sigan. Cuando llega el momento del campeonato del mundo nadie queda fuera de la vorágine que es vestir la camiseta de tu selección. La mayoría se hace amante del deporte de la redonda vestida de cuero y arma su ritual para cada encuentro.
¿Es solo fútbol? permítanme decir que no, en Argentina el fútbol cambia vidas, rompe esquemas, mueve cielo y tierra. El futbol es cultura, en cada casa de grandes a pequeños se transmite y a veces cuando uno está falto de club porque no sigue la diaria, la celeste y blanca se transforma en la única razón de ser para con el fútbol. Se crece soñando con ser campeón, pensando en un logro de ahora 26 jugadores, que se apropia un país entero.
Agonía
La final fue un verdadero espectáculo, sufrido pero apasionante. Argentina lideró siempre y Francia corrió de atrás, 3 a 3 marcó el partido en el tiempo complementario y se definió por penales. En la tanda de tiro corto fue victoria 4 a 2 en el estadio Lusail de Qatar, sede muy cuestionada por el mundo.
El primer gol del encuentro fue desde la zurda mortal de Lionel Messi en una pelota parada a los doce pasos, el segundo fue de Ángel Di María con la deslumbrante asistencia del joven Mc Allister y el pase de Julián Álvarez a este último. Recién a los 80′ apareció Francia al ataque y en cuestión de segundo Kylián Mbappe convirtió dos tantos, el primero de penal, el segundo con la asistencia de Thuram en un juego colectivo exquisito.
Sin tiempo para más el arbitro del encuentro cerro la fase regular y la final marchó a la adición para completar 120 minutos de juego. A los 108′ intentó Lautaro Martínez contra el arco de Lloris que contuvo el disparo dejando la pelota al rebote que el número 10 aprovechó para convertir. Nuevamente a los 118′, a nada de terminar, apareció el disruptivo delantero francés que a través de un penal igualó el marcador y conviertió su hack trick en la final del mundo. En los 2′ de adición un tiro de Les Blues que iba directo al arco fue resistido por Dibu Martínez y terminó salvando la red de Colo Muani.
Todo fútbol, realmente fútbol. Llegó la tanda de penales y Francia arranca pateando. Messi, Montiel, Paredes y Dybala hicieron lo que debían hacer, al igual que el arquero argentino que contuvo el segundo penal a Coman. El tercero de los franceses se fue afuera luego de que Dibu adivine el palo y fuerce el disparo de Tchouaméni. Mbappé y Colo Muani fueron certeros. El 4 a 2 le dio la vuelta olímpica a la celeste y blanca.
No terminó ahí, Enzo Fernández fue galardonado como el jugador joven del torneo, Emiliano Martínez fue consagrado como mejor arquero, Lionel Messi como jugador destacado y Kylian Mbappé se llevó el trofeo de goleador. Así los 26 jugadores con Lionel Scaloni a la cabeza y todo su cuerpo técnico sentenciaron la tercer estrella. 1978, 1986 y 2022 son parte de la historia, con sus críticas y sus halagos.
El DT y sus pupilos le ganaron la Copa América al ganador vigente del momento, Brasil, es su propia tierra. Viajaron a Europa y le arrebataron la Finalissima al campeón de ese continente, Italia. Llegaron a Qatar, perdieron el primer partido y levantaron la Copa del Mundo tras derrotar a quién iba a revalidar el titulo de 2018 y llegaba como claro favorito, Francia. Hay resultados, hubo proceso y la historia continúa.