Recortes y testimonios, a 40 años del conflicto del Atlántico Sur.
José Novillo es profesor de piano, “casi” ingeniero en sistemas y tercera generación de una familia de canillitas. “Por suerte tengo una buena clientela y puedo seguir tironeando, pero los tiempos han cambiado mucho”, refiere sobre la venta de diarios y revistas desde su lugar en el mundo, el quiosco de Lima y General Deheza, “Mi viejo me sabía contar que en la época de los vespertinos la gente le sacaba los ejemplares de la mano”, sostiene en alusión a José Domingo, su padre, quien a fines de los ‘40 supo tener como compañero de reparto y de andanzas deportivas a un joven Ernesto Guevara, mucho antes del “Che”. Cita como una de las últimas referencias de aquellos tiempos de bonanza a la Guerra de Malvinas.
Puedo dar fe. No fueron pocos los chistidos, silbidos, gestos, gritos y reclamos que escuché durante las 30 cuadras que caminé desde el centro hasta mi casa, con una enorme pila de diarios en la mano, una tarde de mayo de 1982. No era un “canilla” mala onda, sino un estudiante de secundario. El profe de Geografía había encomendado armar una carpeta con recortes sobre el conflicto bélico entre Argentina y el Reino Unido. Se llamaba Hugo Gadban y era esposo de la locutora Graciela Del Río, alguna vez tapa de “El Gráfico” por sus destacadas actuaciones como nadadora. En sus clases tuve las primeras señales de alerta de que la cosa no era como la contaban.
Siga, siga
Además de tratar de inculcar a sus alumnos una mirada crítica sobre la realidad, casi a contramano de aquellos tiempos, Gadban me cedía los primeros cinco minutos de cada lunes para que comentara el partido que había ido a presenciar el fin de semana. Aquellas intervenciones de incipiente cronista terminaban indefectiblemente con una pregunta que llevaba a un número y, por ende, a alguien de la lista que pasaba a dar lección oral: ¿Qué camiseta tenía la figura del partido? ¿En qué minuto hicieron el primer gol?
Para un amante del fútbol era imposible no ir a la cancha en aquellos tiempos. En el Nacional ’82 pasaron por Córdoba todos los equipos del torneo más importante del país, ya que sus 32 participantes estaban divididos en cuatro zonas y en cada una de ellas había un cuadro de esta ciudad. Era cuestión de tomarse el “bondi” hasta el Chateau, probar suerte por alguno de los tantos ingresos y meterse a ver a Talleres, Instituto, Racing o Unión San Vicente.
En aquel torneo, el llamado “Holanda cordobés”, por el color naranja de su camiseta, hizo su estreno en el fútbol grande de la AFA. Su campaña incluyó un triunfo, siete empates y ocho derrotas, incluida una con Independiente en el Chateau, el día en que hizo su primer gol en primera, luciendo un inusual número “4”, un goleador esencial de nuestro fútbol: Jorge Burruchaga.
El debut de USV terminaría siendo más que digno, y no sólo adentro de la cancha: el club surgido de la fusión de Lavalle y Palermo fue el único que le pidió a la AFA la suspensión del campeonato por la Guerra de Malvinas. No le dieron pelota, por supuesto. Igual que la FIFA a los dirigentes que proponían no enviar a sus selecciones al Mundial de España, ya sea en carácter de “boicot” o simplemente para evitar algún cruce incómodo. Allá terminaron Argentina, Inglaterra, Escocia e Irlanda del Norte, luego de que el brasileño Joao Havelange -por entonces, dueño de la pelota- los amenazara a todos con “fuertes sanciones deportivas y económicas” en caso de deserción.
Hechos pelota
No son pocos los testimonios de jugadores argentinos que señalan la influencia negativa que tuvo la Guerra en el rendimiento del seleccionado. “Estar a muchos kilómetros de distancia y saber lo que estaba pasando fue un momento muy duro, porque no nos podíamos sacar de la cabeza a nuestras familias y amigos”, recordó años atrás Nery Pumpido, el tercer arquero del elenco que defendía su condición de campeón mundial.
“Cuando subimos al avión un funcionario de la junta militar nos entregó un documento en donde teníamos instrucciones para hacer declaraciones sobre la guerra. Pero (César) Menotti, que era el más inteligente de aquel grupo, fue muy claro y dijo que no había ningún documento que pudiera con el coraje de los hombres para decir lo que sienten”, rememoró Jorge Valdano.
El caso del cordobés Osvaldo Ardiles fue el más elocuente de todos. “Mi mundo entero colapsó”, reveló el exjugador de Instituto en “Ossie’s Dream”, su libro autobiográfico. Ardiles era figura del Tottenham Hostpur cuando estalló el conflicto. “Argentina, Argentina”, le cantaron los hinchas de su equipo para contrarrestar el hostigamiento al que lo sometían los parciales del Leicester cada vez que tocaba la pelota durante la semifinal de la FA Cup del 3 de abril, el día después del desembarco argentino en el archipiélago. “Argentina se puede quedar con las Malvinas, nosotros nos quedamos con Ossie”, se leyó en una bandera.
Ardiles perdió a un primo en la contienda -el teniente de aviación José Leónidas Ardiles, ascendido póstumamente a capitán- y terminó exiliado en el PSG francés. En marzo de 2018, “el Pitón” fue invitado por la embajada argentina en Londres al acto en el que dos compatriotas (el excombatiente Julio Aro y la periodista Gabriela Cociffi) y dos británicos (el músico Roger Waters y el coronel Geoffrey Cardozo) fueron distinguidos por su contribución a la identificación de 90 soldados en el cementerio de Darwin. “Aquella guerra fue una locura, un absurdo total”, reflexiona.
La pluma y la palabra
En una antología titulada “La Vuelta al Fútbol en 50 historias”, el periodista Gustavo Veiga rescata una carta que el actual entrenador Omar De Felippe le escribió desde su trinchera en la isla Soledad al actual legislador porteño Claudio Morresi, quien era su compañero en las inferiores de Huracán. “Te digo donde estoy viviendo, en un hermoso pozo de 1,70m por 2,10m, allí vivimos tres, dos soldados y un cabo primero. La verdad es que no comemos bien, como también sabrás que acá hace un frío de locos”, se lee en la epístola del soldado clase ’62 De Felippe, que incluyó un recado para el coordinador de fútbol del club porteño (“Decile que no me deje libre, porque voy con la ametralladora”) y un singular encargo: “Llamala a mi vieja y avisale que me mande galletas Chocolinas, y también Criollitas y Express”.
Otro libro -“El Partido”, de Andrés Burgo- da cuenta de la presencia de 11 futbolistas más en la Guerra de hace cuatro décadas: Luis Escobedo (jugó en Belgrano y Racing de Nueva Italia), Javier Dolard (Boca), Gustavo De Luca (River), Héctor Cuceli (San Lorenzo), Claudio Petruzzi (Rosario Central), Raúl Correa (Mandiyú), Sergio Pantano (Talleres de Remedios de Escalada), Julio Vázquez (Centro Español), Héctor Rebasti (Huracán), Edgardo Esteban (Argentinos Juniors) y Juan Gerónimo Colombo (Estudiantes de La Plata). No son los únicos: un par de años atrás, el sitio local Pasión por el Ascenso recreó la historia de Raúl Alberto Cisneros, arquero alternativo en aquel Unión San Vicente que le ganó la final del Provincial a Belgrano y que se preparaba para debutar en el Nacional ‘82.
El 1° de mayo de 1982, el día del primer bombardeo a las islas, un célebre hincha de Talleres, Santos Benigno Laciar, recuperaba en México su título mundial de peso mosca de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB). El triunfo ante el crédito local Juanito Herrera incluyó una emotiva dedicatoria para los soldados de Malvinas. A cuatro décadas de aquellos combates, el testimonio de “Falucho” nos interpela: “La llamaba por teléfono a mi mamá y ella me decía ‘hundimos tantos barcos’, ‘bajamos tantos aviones’, y me dolía el alma. No podía decirle que era al revés, que estaban matando a nuestros chicos. Recordar aquello me da mucha tristeza e impotencia”.
HOMENAJE. Los excombatientes de Malvinas tuvieron su reconocimiento en la previa del partido Instituto-Ferro Carril Oeste.
De Pekin 2008 a Paris 2024, experiencias que no son las mimas pero que están bañadas en oro. Juan Curuchet y José Torres están unidos por el deporte sobre dos ruedas. Aunque son diferentes diciplinas ambos tuvieron la posibilidad de vivir las Olimpiadas desde adentro y escuchar el himno en lo más alto del podio.
En esta ocasión el apoyo de Curuchet, junto a otros medallistas argentinos como Santiago Lange y Paula Pareto, fueron clave para la delegación argentina. Una vez retirados del alto rendimiento, los atletas, trabajan unidos para trasmitir el legado y mejorar las condiciones del deporte olímpico.
“El – José Torres – me dijo medalla o yeso”
¿Como viviste los Juegos Olímpicos desde adentro?
En particular en este juego, comparado con los otros que estuviste, como lo viste?
“De los 9 Juegos Olímpicos que estuve este no me gustó, por lo que sienten los atletas”
Te vimos acompañando a “Maligno” Torres, ¿como fue el momento de la final?
Se está cerrando un ciclo de varios deportistas, sobre todo en los deportes grupales. ¿Como crees que impacte el recambio, que crees que se venga para la delegación?
¿Que crees que te enseño el deporte y que le dejaste vos a tu diciplina?
¿Como ves la financiación/organización del deporte actualmente y la factibilidad de desarrollar una carrera deportiva en el país?
“Todos los dirigentes tendremos y tendrán que luchar porque nuestros atletas tengan las cosas para cumplir sus sueños. Que cuando vos estés frente a un rival la diferencia sea que el otro sea mejor y no porque tenga mejor infraestructura”
La despedida de “Los Pumas” de los Juegos Olímpicos estuvo cargada de emociones. Gastón Revol, emblema del equipo, jugó su ultimo partido vistiendo la albiceleste tras una larga trayectoria. El jugador cordobés estuvo presente en tres olimpiadas y fue medallista de bronce en Tokio 2020+1. Además presenció más de 100 fechas del circuito Seven teniendo grandes actuaciones; con lo cual su salida no significa una solo despedida, sino que se convierte en un antes y un después en la selección de rugby argentina.
“Ya no tenia más nada para darle al equipo, porque no tenia más energía. Fueron muchos años, mucho tiempo, mucha energía puesta en este equipo”