Fútbol

La Gloria perdida

El Club de Alta Córdoba

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Quince años y ninguna flor. En Instituto todavía hay que pasar el invierno.

Pasó el invierno. O al menos eso dice el calendario. En Instituto esperaban que algunos brotes aparecieran luego de la poda de dos cuerpos técnicos, pero nada. Los dirigentes le confiaron el pico, la pala y el buzo a la dupla Daniel Jiménez-Claudio Sarría, convencidos de que removiendo algunas ideas y regándolas con confianza la campaña del equipo podía reverdecer.

Fue una ilusión óptica que duró algo así como una hora en el partido del lunes pasado ante All Boys. Hasta que Gustavo Villarruel, solito y solo, se perdió la posibilidad de hacer doblete y liquidar un partido que “la Gloria” le ganaba por la mínima diferencia al equipo de Floresta. Mostrando por momentos un juego interesante, sobre todo del mediocampo hacia adelante.

El resto de la historia ya se conoce: un González por aquí, un Rodríguez por allá y un Carranza que no apareció en su mejor versión. No fue de las actuaciones más cuerdas del “Loco” y eso gravitó con decisión en la suerte del elenco de “Miliki” y “Capé”. El regreso a los vestuarios, tras la cuarta derrota al hilo, encontró al Albirrojo más lejos de la lucha por los ascensos -10 puntos abajo del último clasificado al Reducido y con nueve equipos adelante- y muy cerca del fondo de la tabla de la Zona B de la Primera Nacional, con apenas tres puntos que el colista Villa Dálmine.

TERCERA OLA. La dupla Jiménez-Sarría intenta enderezar una campaña que ya tuvo como entrenadores a Mauricio Caranta y Marcelo Vázquez.

Ser o no ser

Si la única verdad es la realidad, habrá que concluir que los números no mienten y que este Instituto está lejísimo no sólo de la Liga Profesional, sino también del imaginario de su comisión directiva y de sus hinchas. Algunos se frustran y reniegan hasta sorprendidos, como si se tratara del PSG, cuando en realidad “la Gloria” nunca pasó de ser un equipo del montón. Dentro de un campeonato que representa un gran montón.

Para la conducción se probaron casi todas las fórmulas posibles: un DT debutante (Mauricio Caranta), otro con logros en la categoría (Marcelo Vázquez) y ahora dos hombres de la casa. Y nada. ¿Hay otro desenlace posible si no se entiende el resultado como producto del funcionamiento y éste como fruto de la planificación, la tranquilidad y la confianza? Ni hablar de los vaivenes a la hora del armado y el rearmado del plantel.

Tres cuerpos técnicos en seis meses no resiste ni el más mínimo análisis. Sólo Instituto, Nueva Chicago y Estudiantes de Caseros se “animaron “ a tanto en este torneo. Y así les va. Si alguien creyó que la suspensión de los descensos iba a traer estabilidad… ¡bienvenido a la locura del fútbol argentino!: 57 entrenadores ya desfilaron por los 35 equipos de la divisional. Algunos hasta sacaron “la sortija” y siguen dando vueltas con la misma ficha: Felipe De la Riva arrancó en Villa Dálmine y terminó en Defensores de Belgrano y la dupla Orsi-Pérez pasó de San Martín de Tucumán a Ferro, previo coqueteo con Belgrano que no prosperó por el costo político que -luego de la olvidable experiencia Orfila– podía acarrear la segunda apuesta fallida por un bendecido por Christian Bragarnik.

Tampoco es que dos más dos sean cuatro: “La Fragata” Almirante Brown cambió de timonel en medio del mar (Nardozza por Benítez) y hoy navega por la cresta de la ola en la Zona A. Y en el otro grupo, Barracas Central sigue firme con un relator de TV en el banco. Y con la pericia del hijo de “Chiqui” Tapia para transformar en goles todos los penales que le dan.

Quince primaveras

No es para hacer una fiesta. El 14 de mayo pasado se cumplieron 15 años del último partido de Instituto en la máxima divisional de la AFA. Desde aquel 1-1 con Vélez Sarsfield en Alta Córdoba (con “el Loco” Carranza en el arco y llamativa casaca dorada) pasaron 543 partidos. Y ninguna flor.

QUINCE AÑOS DESPUÉS. Jorge “Loco” Carranza, el actual arquero de Instituto, jugó el último partido de “la Gloria” en Primera, el 14/5/2006.

El que más cerca estuvo del regreso fue aquel equipo que dirigió Darío Franco y que tuvo como figura a un jovencísimo Paulo Dybala en la temporada 2011/2012, la que todos recuerdan por el primer y único paso de River Plate por los sinuosos caminos de los campeonatos de ascenso.

Todavía eran tiempos de conducciones personalistas. De presidentes que se creían tocados quién sabe por qué varita y que llamativamente terminaban figurando en los libros de actas como los principales acreedores del club.

Las coaliciones electorales que se alternaron en el poder en los últimos años no lograron devolverle a Instituto la gloria perdida adentro del rectángulo de césped. Y aquí también se probaron varias combinaciones.

La actual es intentar transpolar la experiencia del básquetbol al fútbol. Todo mientras se siguen haciendo malabares con la calculadora en la mano. Para alejar el fantasma del descenso económico y al menos poder seguir sacando “chapa” con aquello de “Único club grande de Córdoba que no se fue a la quiebra”. No es poca cosa. Aunque tampoco emociona demasiado.

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