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Gol en contra
La violencia sin fin
Hace 31 años, el fútbol argentino hablaba de la fecha con menos tantos de la historia pero también de la primera mujer asesinada en las inmediaciones de una cancha. Desde entonces se agregaron otros 205 nombres a la fatídica lista que difunde la ONG “Salvemos al Fútbol”. El último asesinato se produjo el lunes en Tucumán.
El Apertura 1991 inauguró la era de los torneos cortos en el fútbol argentino. La primera experiencia fue particularmente breve: apenas 103 días entre el puntapié inicial del 10 de setiembre y el pitazo final del 22 de diciembre que consagró a River Plate. El primer Talleres-Belgrano en la máxima divisional del fútbol argentino fue uno de los 190 partidos de ese campeonato.
Hacía rato que la AFA le venía buscando la vuelta al asunto para hacer más
atractivos los encuentros y mejorar la facturación. Con el propósito de desalentar el juego especulativo, “Don Julio” Grondona, por entonces dueño de la pelota, le había dado el okey a una “prueba piloto” en la temporada 1988/1989: la ejecución de penales en caso de empate, que terminó en largas y tediosas definiciones que contabilizaron 1.418 tiros desde los doce pasos.
Más temprano que tarde, la realidad terminaría desenmascarando también al certamen de 19 fechas, que había sido presentado como una especie de solución mágica para terminar con el conformismo y los temores que dominaban en el rectángulo de césped. Apenas seis goles se marcaron en los 10 encuentros correspondientes al tercer capítulo del Apertura ’91.
“Récord absoluto de ineficacia en la historia del fútbol argentino”, se lee en
la reseña del sitio web historia y fútbol.
En aquel fin de semana de setiembre de hace 31 años, hubo seis partidos que se sacaron un cero: Belgrano-Mandiyú, Gimnasia-Huracán, Unión- Independiente, Quilmes-Estudiantes, Argentinos Juniors-San Lorenzo y Racing-River, aunque a este le agregaron un “poroto” para el Millonario en los escritorios, luego de la suspensión del juego por agresión al arquero Ángel David Comizzo.
Un dato curioso es que la mitad de los goles de aquella fecha se convirtieron en un solo partido: Platense 1-Talleres 2. Para el Calamar anotó Daniel Cravero, actual DT de Chaco For Ever, y para el Albiazul marcaron Mario Bevilacqua y Juan Carlos Ruiz Díaz. El elenco de barrio Jardín resultó el más certero de todos, gracias a las conversiones del santiagueño (actual pastor evangélico y DT de las inferiores del Club Mitre de su provincia) y del paraguayo (funcionario del ministerio público fiscal en su país).
Ariel Boldrini (Boca 1-Ferro 0), Esteban González (Vélez 1-Deportivo Español 0) y Marcelo Delgado (Rosario Central 1-Newell’s 0) completaron la lista de goleadores del fin de semana con menos goles que registra la elite del fútbol argentino desde 1931. De pólvora mojada, según ese léxico tan afecto a las metáforas bélicas que el periodismo deportivo debería revisar una vez más.
La peor estadística
Margarita Gaude es la primera mujer en la extensa lista que la ONG “Salvemos al Fútbol” publica en su página web con el título: “Muertes en la historia por la violencia en el fútbol argentino”. Figura en la trágica nómina como la víctima número 140. Margarita vivía en Rosario, tenía 66 años y viajaba en un colectivo de la línea 107 cuando recibió una pedrada letal en medio de una batahola entre hinchas de Central y de Newell´s en las inmediaciones del Gigante de Arroyito, al término del clásico de aquel 15 de setiembre de 1991 de pocos goles. Su crimen permanece impune.
Otros 205 nombres se agregaron desde entonces a la grilla de “Salvemos al Fútbol”, que reporta como último caso, el número 345, al de Manuel Alejandro López, el hincha de San Martín de Tucumán asesinado el lunes pasado, en la previa del compromiso entre el Santo y Belgrano por la 33° fecha de la Primera Nacional. A pesar de esa muerte, el partido se jugó igual.
“Se habría dado en el marco de un enfrentamiento entre dos sectores de la barra”, describe la ONG. Y no es un dato menor. Está claro que la cosa ya no pasa por prohibirle la asistencia a la cancha al público visitante. Las luchas internas por el poder, los vínculos y los negocios que genera el fútbol ($ 300 mil por colectivo que se fleta para los partidos de visitante, sólo por citar un ejemplo que no exceda el ámbito de la pelota) son el nuevo caldo de cultivo de la violencia, y Córdoba no está ajena a esta lógica.
En las últimas semanas, Talleres y Belgrano lo han vivido en carne propia con algunos enfrentamientos y amagues entre facciones. En Instituto, en vísperas de la última asamblea de elección de autoridades, una bengala fuera de contexto (al menos, de lo que transcurría adentro de la cancha) pudo haberle generado un problema mayúsculo a la entidad albirroja. Desde hace tiempo, los barrabravas de ‘la Gloria’ lucen enfrentados, ubicados detrás de uno y otro arco. “Lo más triste es que algunos de los ‘capos’ de las barras ni siquiera son hinchas nuestros”, reconoció un conocedor de la intimidad del club de Alta Córdoba.
“La primera muerte en el fútbol que se tiene registros sucedió el 30 de julio de 1922 en la cancha de Sportivo Barracas”, consta en el riguroso relevamiento de “Salvemos al Fútbol”. Ya se ha cumplido un siglo que aquel episodio y la violencia en el fútbol argentino parece no tener fin.
Otro récord absoluto de ineficacia.