Boxeo
No hay dos sin tres
Laciar, Ballas… y Diego.
Fanático del boxeo, Maradona subió al ring con “Falucho” en Juniors y pidió sacarse una foto con “Mandrake” en el Luna Park. Conoció a Alí y Tyson, fue testigo de Leonard-Hearns y hasta fue espía de “Látigo” Coggi.
Hace 40 años, el 1° de mayo de 1982, Santos Laciar reconquistaba el título de peso mosca de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) que un año antes había ganado en Soweto y perdido en Buenos Aires. Aquel triunfo en México ante el local Juanito Herrera quedaría en el recuerdo por la dedicatoria del campeón a “los chicos” que combatían en Malvinas.
Como la gran mayoría de los argentinos que salieron al exterior en aquellos tiempos, incluidos los integrantes del seleccionado argentino de fútbol que disputó el Mundial de España, el púgil de Huinca Renancó había caído en la cuenta de que la realidad de la guerra no era como la contaban acá.
Algunas horas más tarde, la infausta noticia del hundimiento del crucero General Belgrano daría cuenta de ello. Algunos meses más tarde, el 29 de julio, otro boxeador cordobés, Gustavo Ballas, fallaría en el primero de sus dos intentos por recuperar la corona de la categoría super mosca de la AMB que ostentó durante 87 días en 1981. La famosa pelea ante Jiro Watanabe en Osaka, con dos botas izquierdas en sus pies por un error de la firma proveedora y la falta de chequeo previo.
Laciar y Ballas, los únicos campeones mundiales de boxeo que tuvo nuestra provincia, no fueron contemporáneos en esa condición. Sí llegaron a compartir cuadrilátero, el 3 de noviembre de 1979, con victoria del villamariense. “Amplia, unánime y brillante”, según la crónica del periodista Carlos Irusta en el semanario deportivo “El Gráfico”.
Aquella noche, en los vestuarios del mítico Luna Park, “Mandrake” Ballas recibió la visita de un joven futbolista que lo quiso conocer y sacarse una foto con él. Era Diego Maradona, quien hacía dos meses se había anticipado en eso de ser campeón del mundo con la selección juvenil. Años más tarde quedaría trunco otro encuentro, esta vez en Cuba. Alguien del entorno de Diego había pensado en Gustavo, que había logrado volver del infierno de las drogas y trabajaba como socio-terapeuta en adicciones, para que ayudara al astro durante una larga y difícil recuperación. No pudo ser.
El 8 de setiembre de 2019, cuando asumió como DT de Gimnasia y Esgrima La Plata -el último eslabón de esa larga cadena que fue su trayectoria futbolística- Maradona expresó su deseo de que su equipo se pareciera a Ballas, a quien describió como “tirador y jodido en todos lados”. “Me hizo sentir campeón mundial otra vez”, dijo el boxeador.
Golpe a golpe
Maradona fue un gran aficionado al boxeo. “Le gustaba mucho ver las peleas en la televisión”, comentó Luis Islas, su compañero en el plantel campeón mundial en México ’86, al recordar recientemente su experiencia como ayudante de campo del “10” en Emiratos Árabes y México.
En aquel 1981 consagratorio para el boxeo de Córdoba, Maradona se haría una escapada a Las Vegas para presenciar junto a su padre, Don Diego, la mejor pelea posible de estos tiempos: Leonard-Hearns. Dicen que allí se emocionó hasta las lágrimas cuando se cruzó con Mohammad Alí.
Del vínculo entre el astro del fútbol mundial y el deporte de los puños enguantados hay varios testimonios más. Una entrevista con Mike Tyson como conductor televisivo en “La Noche del 10”, la preparación previa a Estados Unidos ’94 en una estancia pampeana donde hizo guantes con el excampeón argentino y sudamericano mediano Miguel Ángel Campanino, los tres rounds de exhibición con Laciar en el gimnasio de General Paz Juniors y las sorpresivas apariciones en las veladas del Luna Park que obligaban a hacer malabares con las sillas al promotor Tito Lectoure.
En la previa de México ’86, Maradona le apostó a todos sus compañeros del Nápóli que Uby Sacco saldría airoso de su primera defensa del título welter junior de la AMB, en Mónaco y ante el retador italiano Patrizio Oliva. Medallista de oro en los Juegos Olímpicos de Moscú 1980, Oliva le disputaba a Diego la idolatría de la ciudad que tiene como patrono a San Gennaro. “No sabe boxear”, declaró el “10”. Cuando las tarjetas le dieron la victoria, el napolitano sólo atinó a dedicarle el título a… Maradona.
Diego tendría su vendetta un año después. El destino le puso a Oliva otro escollo argentino, Juan Martín “Látigo” Coggi, y el genio del fútbol se lo tomó muy personal. Pasó toda la data posible (videos incluidos) al rincón del santafesino y hasta le puso el cuerpo a la causa desde el ring-side del Palazzetto dello Sport de Roma. Tras su categórico nocaut, Coggi admitió la influencia que el improvisado espía había tenido en su estrategia.
El 23 de setiembre de 2019, Gustavo Ballas se hizo presente en el Estadio Kempes para atestiguar si “el Lobo” Maradona se le estaba pareciendo. La figura de Diego también fue un imán para Santos Laciar, quien al término del encuentro no quiso entrar a verlo al vestuario para “no molestarlo”, porque Gimnasia había perdido con Talleres. Cuatro décadas después, los dos más grandes boxeadores cordobeses le devolvían al más grande futbolista de todos los tiempos la gentileza de aquella noche de Luna lleno.