A destiempo
Dios existe
Natalicio del fútbol
Recuerdo la primera vez que lo ví. Fueron suficientes para que la pregunta retumbe en mi cabeza ¿Cómo pueden decir que este tipo es un simple mortal como nosotros?, ¿Cómo hacer una comparación tan burda?. Es casi imposible que los simples mortales podamos hacer cosas como las que él hacía.
Yo jugaba en el club de mi barrio, allí donde depositamos los pibes nuestros sueños de fútbol. Llegábamos al club, pasamos por la utilería y retirábamos las camisetas. Yo vivía cerca, pero siempre llegaba tarde, casi a la hora del partido. Mientras el entrenador me gruñía, doña Elda me alcanzaba la camiseta: la 10. Siempre me tocaba la misma, yo la usaba sin problemas, sin conflictos, hasta aquel día que lo ví a él. Ese día todo cambio. Llegaba al club, tarde como siempre y cuando el técnico me gruñía, yo ni lo miraba. Mis ojos y mi mente solo pedían, que aquella mañana, doña Elda me diera una camiseta distinta. Cuando la recibía en mis brazos, solo veía el escudo del club y la publicidad del mercadito de Cacho, pero el peso de la camiseta, ese que me doblaba las manos, era el presagio de lo temido. Otra vez la 10. Yo caminaba la cancha, me escondía tras el 5 rival, cualquier cosa con tal de que no me dieran el balón y pasará vergüenza. Es que después de verlo a él, cualquier cosa que hiciera, seguro sería desastrosa ¿En serio es un simple mortal?.
Decidí terminar con la tortura. Una noche previa al partido, me fui a dormir a las escaleras. Sería el primero en entrar cuando abrieran las puertas. Cuando el sol de la primavera me pegó en la frente, me desperté y el club estaba abierto, como por arte de magia. Pase rumbo a la utilería y no había técnico gruñiendo y doña Elda esperando. Entre allí y estaban todas las camisetas. Exceptuando la del arquero podía elegir cualquiera. No importaba en qué parte del campo jugará, cualquier camiseta podía elegir. Si en el Mundial 78 Alonso tenía el 1 y Fillol el 5! No parecía tarea difícil, pero llegó la hora del partido y yo seguía parado ahí frente a las camisetas. Ese día salí y me divertí. Fue un partidazo del cual no recuerdo el resultado ni el rival. Pero me divertí jugando, con mis amigos y me fui con la felicidad en el rostro. Con esa misma sonrisa que vi en un rostro rodeado de rulos. Ese día usé la camiseta 10. Ese día entendí que ese extraterrestre vino a hacerme feliz a mi y a millones como yo. Vino a traer la felicidad y llevarnos al Olimpo.
Hay muchas religiones y muchas creencias. Algunas son un poco increíbles en sus historias, pero no es el caso de nuestra religión. En nuestra religión a Dios se lo ve y hasta con un poco de suerte, lo tocaban. En nuestra religión no se juzga a nadie y se perdona casi todo. Casi, porque los colores de la camiseta patria, no se negocian. Al fin y al cabo, la religión del fútbol es la mejor de todas, porque podés decir sin miedo a equivocarte: DIOS EXISTE que nadie pero nadie lo puede discutir.