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Por Walter Vargas

“A la Selección hay que verla con cuatro ojos”, diría algún futbolero criollo y cultor de la sabiduría popular.

Aceptamos el envite. La Selección que porta la albiceleste o la azul alternativa bien puede ser examinada desde cuatro miradas. Cuatro perspectivas.

La primera, va de suyo, atañe a la Copa América. ¿Será atinado deducir que salvo jugar la final con Brasil todo tendría gusto a poco?
Sí y no.
Sí: hay con qué.
No: tampoco hay tanto, pero tanto, como para ganar partidos en la víspera.
La segunda atañe a las Eliminatorias del Mundial 2022. Ahí no sobra, pero tampoco falta. Cuatro cupos directos y uno eventual dan para descontar un mínimo, vital y móvil. Quedar afuera dejaría como un poroto el desastre de Suecia 58, la eliminación de México 70 y el sapo de 2002.

Una tercera mirada posible va de la mano de la simultaneidad con la Eurocopa. Cuando vemos partidazos del tipo de Francia-Alemania y Alemania-Portugal nos da un no sé qué depresivo de ñata contra el vidrio, pero cuando vemos a Francia sufrir con Hungría y a España penar el trauma post generación dorada contra Polonia/Deportivo Lewandowski, de repente nos ponemos optimistas y proféticos: allá vamos qataríes. Abran cancha.

Pero dadas las circunstancias, hechas las sumas y las restas, lo más razonable y fecundo asoma tomar nota de que Argentina es un equipo en formación en manos de un técnico novato y hasta donde se sabe sin un sí y sin un no con el ranking FIFA: octavos.
¿No estaría fenómeno consolidar las señales positivas perfiladas con Uruguay, sacar un buen resultado con Paraguay y el martes será otro día?

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